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martes, 30 de octubre de 2012

GANA LA BANCA



GANA LA BANCA

 Apreciado Antonio, al fin me decido a escribir para hacerte unas preguntas que llevan tiempo rondándome la cabeza, ya sé que ahora es un poco tarde.
Has sido el Director de la sucursal de mi banco tantos años, que te consideré como parte de la familia y creía conocerte lo suficiente pero el tiempo me ha quitado la razón.
Mi decepción comenzó cuando tu banco desahució a mi hija por no poder pagarte el crédito de la tienda de chuches que había avalado con su pequeño piso y tuvieron que venirse a vivir conmigo, después de tantos años.
Las explicaciones que me diste entonces me hicieron pensar que no pudiste hacer nada, que las normas en tu banco eran muy rígidas, en fin… Pero no atisbé que el problema había comenzado antes y lo habías propiciado tú, amarrando garantías astronómicas para cubrir unos riesgos que no las merecían, apoderándote del piso de mi hija a precio de ganga, que tu entidad lo pusiera a pérdidas, que ahora reciba dinero de todos los españoles y los vuelvan a vender ganando en cada operación. Lo teníais bien planeado.
Pasado el tiempo, se fueron acumulando otras desgracias alrededor, que afectaban de lleno a los vecinos del barrio y escuchaba en el bar que la gente te criticaba y yo, hasta entonces, aun te defendía a pesar de los problemas que habíamos tenido y seguimos teniendo.
Pero Antonio, cuando descubrí que habías depositado mi dinero en unas inversiones que me impedían retirarlo y escuché tus explicaciones incoherentes, tus reproches hacía mi con frases como “tú sabías lo que comprabas”, eso me dolió mucho, me hizo sentir como un imbécil, me hizo ver, realmente, el tipo de persona que eras y toda la ponzoña que se escondía detrás de tu amplia sonrisa, tu mano firme al estrecharla y tus gestos de proximidad.
Antonio, ya lo sabes, la desesperación ha llevado al pobre Enrique ha quitarse la vida por no poder pagar la hipoteca, Manuela, sus hijos y sus padres están viviendo en una furgoneta. Aquella vieja que tenía Basilio el frutero en el descampado y que abandonó cuando tuvo que cerrar por la crisis. Al hijo mayor de Manuel lo pillaron robando y está en la cárcel y mira que era bueno ese muchacho… tú lo has visto, tú has sido testigo del reguero de dolor que ha inundado el barrio. Procurabas que no te salpicase mucho y cambiaste el tono amable por el gesto adusto del militar del campo de concentración alemán, firmando las sentencias de muerte, en la mayoría de los casos económica, de los que habían sido tus vecinos y se creían tus amigos.
Nos engañaste a todos Antonio, lo hiciste para cobrar un poco más al final del año. No te importó cómo ni a quién y te falto dignidad, te faltó hombría para negarte a seguir por la senda de la destrucción. No tuviste agallas para enfrentarte a los de arriba y empujaste fuera de la oficina a ancianos que te increpaban mientras lloraban sorbiendo sus miserias.
Pero no resististe la presión de “los tuyos” cuando ya no te necesitaban y te apretaron hasta la asfixia.
Hoy he leído tu esquela y un escalofrío me sacudió. Supongo que tenías motivos para quitarte del medio, quizás más que yo para no ir a tu funeral.
Me han dicho que la iglesia estaba desierta y eso tampoco me ha sorprendido.
Intenta descansar Antonio aquí seguiremos bregando hasta que podamos.

P.D. Ahora hay un banco que llaman malo. No sé si tú ya lo sabías.

lunes, 22 de octubre de 2012

LOS GUARDIANES DEL CEMENTO




Los guardianes del cemento
No eran buenos tiempos para la lírica… Los desatinos, entuertos y malicias habían acabado por estropearlo todo. La ambición desmedida de unos cuantos y la falta de visión de casi todos acabaron con lo poco de humano que nos quedaba.
Será mejor empezar por el principio…
La locura se había adueñado de los gobernantes, no habíamos agotado aun la primera decena del milenio y un puñado de políticos corruptos se habían dejado seducir por el becerro de oro, y los que no participaron directamente del festín, simplemente miraban hacia otra parte.
Con la consigna del “todo vale” se dejó a la deriva el raciocinio que fue abordado por los piratas. Las esferas financieras cada día tenían más poder, disponían de los medios para poner patas arriba el sistema y lo hicieron.
Nos hicieron creer que podíamos aspirar a todo, siempre y cuando lo hiciésemos con su colaboración y a favor de sus intereses. Nos empujaron hacia una espiral de consumo jamás vista.
Nos convencían de lo fácil que era todo y como los vendedores de droga nos fueron haciendo dependientes de su dinero, de nuestro dinero puesto en sus manos por los zafios gobernantes que nos habían tocado en suerte y cada vez la dependencia era mayor. Nos drogaron como a los niños de la guerra para estimular nuestra valentía y coraje, para anular nuestra voluntad y envilecernos hasta extremos nunca imaginados.
No satisfechos del todo, buscaban una manera más rápida para enriquecerse y se inventaban las guerras que sostenían las empresas de armas en las que los intereses se entrecruzaban. Empresas participadas por los bancos, bancos participados por las empresas y la desidia y acomodo de los que tenían que velar porque las cosas se hiciesen bien.
Elevaban a los altares a sanguinarios dictadores para luego combatirlos en nombre de la humanidad, y en ambos casos lo hacían con los recursos que tomaban sin pudor de las arcas de lo común buscando enriquecerse cada vez más desviando presupuestos de sanidad o educación a absurdas campañas militares y todo ello con el beneplácito de las marionetas que constituían el estado en descomposición.
Jueces al servicio de los intereses políticos que servían a su vez a los intereses financieros. Justicia implacable con los parias y complaciente con el poder,  delincuentes de Armani y lujo, paseando su desfachatez gracias al concurso de hábiles abogados, jueces de mantequilla y políticos miopes.
Fomentaron el consumo sin explicar que las zapatillas, las camisetas o teléfonos móviles los hacían niños, mujeres, ancianos que vivían en esclavitud por poco más de un plato de arroz al día, trabajando jornadas interminables. El estado del bienestar erigido sobre los muertos, los esclavos, el hambre, las violaciones de los derechos humanos y con el acuerdo de los sindicatos del lado rico del mundo, capaces de paralizar el país por un quítame de allí una línea del convenio colectivo y sin embargo cobardes a la hora de denunciar lo que realmente estaba sangrando el sistema, mantenido por ellos mismos en aras de sus intereses.
No contentos con ese estado de cosas, cuando la bomba que ellos mismos habían amartillado explotó volvieron otra vez a demostrar de qué lado estaban. Gobiernos mundiales acudiendo en auxilio de los bancos que habían provocado el caos. Caos por otro lado anunciado por afónicos visionarios que  fueron acallados utilizando todas las armas a su alcance: la prensa, la radio, la televisión, la cárcel, la deportación o el exilio y que aun hoy, cuando las verdaderas causas empiezan a estar claras para casi todos, siguen silenciando.
En los momentos más peligrosos del proceso se dedicaron, todos, a distraer la atención sobre los problemas discutiendo los matices políticos que se podrían adoptar, la pertinencia y oportunidad de las medidas y las recriminaciones políticas de baja intensidad, obviando hablar del verdadero problema, silentes a la realidad con el único fin de seguir adorando al becerro de oro.
La situación no hizo más que empeorar ¡qué esperaban! Y entonces recrudecieron las críticas políticas de uno y otro bando y se instauró el más brutal “sálvese quién pueda”.
Los funcionarios presumían que el problema no iba con ellos, no pasaba nada si las fábricas, comercios y  hoteles cerraban. Qué decir de los sindicalistas, que han asumido siempre que han venido al mundo para ser los últimos que salen de la fábrica y apagan la luz, los intocables de la casta de los desvergonzados, los que negociaron para su provecho y en su provecho dejaron de hacerlo.
El problema no lo tenían los políticos, ni los funcionarios, ni los militares ni ninguno de los incluidos en la casta de los intocables. Tampoco lo tenían los banqueros, esos menos que nadie, ni los fabricantes de armamento, ni los pobres de solemnidad, esos ya lo habían perdido todo y estaban preparados para sobrevivir en el caos.
Los sindicatos, en medio de este desbarajuste, y como única medida para justificar su absurda presencia en el mundo, comenzaron a convocar huelgas y más huelgas que hicieron cerrar más empresas y llevaron a la miseria a mucha más gente, menos a ellos y a sus amigos intocables.
El estado a estas alturas pintaba muy poco, casi tan poco como antes, pero ahora ni siquiera le dejaban hablar. El poder económico comenzó a temer por su futuro viendo a unos políticos blanditos que ya no defendían a gritos y palo sus intereses y se empezaron a plantear que quizás sería mejor financiar un golpe militar y poner a alguien realmente enérgico al frente del gobierno, de su cortijo particular.
Las calles estaban abarrotadas de indigentes, no había cárceles suficientes para tanto delincuente, para tanto muerto de hambre y tenían que reaccionar. Un golpe militar aportaba varias cualidades interesantes, por un lado permitía movilizar a una ingente cantidad de individuos para defender el estado, rogando a Dios que haya un contrincante con quien enfrentarse y provocar una guerra. Si no hay contrincante el negocio se convierte en gasto, si lo hay es una inversión. La atención del pueblo se desviará hacia el problema grande “la guerra” olvidándose de ellos y de su responsabilidad. Se tendrán que abastecer ambos ejércitos y ellos siguen teniendo la llave del comercio, sí de las armas también. Recogerán interesantes beneficios de la venta de material y armamento, negociarán el apoyo de otros países a cada una de las facciones enfrentadas y comenzará el juego.
Un juego que hará desaparecer de la faz de la tierra a la mitad de los muertos de hambre que serán eliminados, convertirá en cenizas buena parte de las infraestructuras que habrá posteriormente que reparar, con sus empresas metidas en el negocio. Justificará la adopción de medidas extraordinarias para el control de la producción de alimentos, medicamentos, salvoconductos, transporte, combustible, etc., y de cada una de ellas cortarán la tajada que les toque. Ellos son pocos y tocaran a mucho, nosotros éramos muchos y tocamos a nada.
El cambio pedagógico fue mayúsculo. No tienes que entender nada, no nos importa lo que opines, simplemente haz lo que se te manda. Me suena al día después de toma de posesión de nuestros magníficos políticos, aquellos que pasaron a la historia por acabar con todo en menos de diez años. Los tenéis todos en mente.
El cuerpo de funcionarios salió fortalecido, había muchos papeles que escribir, sellos que poner y salvoconductos que firmar. Estaban en la gloria. No eran parias, seguían recibiendo su salario del fondo común y podían abusar de los muertos de hambre, cosa que ya hacían al principio del milenio. Esto no iba con ellos, pertenecían a la casta de los intocables.
Pero sucedió algo que no tenían previsto. Armaron su potente ejército, lo dotaron del arsenal que requerían para matar mucho, rápido y bien y el día de inicio de la “limpieza” no había nadie.
La gente había abandonado las ciudades, los parias, los menesterosos, los muertos de hambre se habían ido. ¿Cómo iban a rentabilizar las inversiones si no podían matar? No era justo que les hiciesen esto.
La gente se escondió. Se fueron a las montañas, vivían de noche y se escondían de día en una operación de resistencia pasiva que tardó en triunfar pero lo hizo con fuerza.
Robaban, cultivaban, emboscaban y mataban al flamante ejército de los banqueros. En el grupo de los parias estaban los trabajadores, artesanos, artistas, escritores, agricultores y ganaderos, lo que se dice los parias. En el otro bando estaban los que mataban, los que sellaban y ponían pólizas y los jefes, los banqueros, apoyados por los gobernantes que cada vez gobernaban menos porque no había a quién gobernar.
La economía de los parias, modesta y solidaria, permitía la subsistencia sin lujos. La del otro bando estaba empezando a ser sostenida por los banqueros y eso no les gustaba. No había quien pagara impuestos, no había tasas que aplicar ni intereses que cobrar y lo peor de todo, no había otros países a los que salir corriendo con su dinero. Estaban atrapados.
Un día el banquero más jefe propuso apretarse el cinturón, o sea que se lo apretaran otros y ante la disyuntiva de disminuir los que mataban o los que ponían sellos se decidieron por estos últimos.
Tenía bastante lógica, si no había tasas que aplicar, multas que tramitar, instancias que rellenar ¿para qué servían?, pues eso. Les fueron arrancando de sus puestos y quitándoles la paga y comenzaron otra vez a verse muertos de hambre por la calle y los banqueros encontraron el modo de rentabilizar su ejército.
Si volvía a haber muertos de hambre en la calle podrían declarar la guerra y entonces su plan podría ser aplicado.
Los “ponesellos no querían ser carne de cañón y decidieron imitar a los parias, se fueron a las montañas pero había derecho de admisión y no fueron bien recibidos. Habían sido ellos los que miraron para otro lado en su momento, pues ahora que se las arreglaran.
Los banqueros empezaron a matar de lo lindo, pero habían fabricado más armas de las necesarias por lo que tuvieron que usarla contra los políticos y luego los militares las usaron contra ellos mismos y contra los banqueros.
Tras meses y años de explosiones y ruido un día todo se silenció, los parias de las montañas comenzaron a bajar a los valles por el día, temerosos de qué fuera una estrategia de los banqueros pero poco a poco el silencio les fue dando valor para reunirse y en pequeño grupos acercarse a las ciudades.
Estaban todos muertos, se habían extinguido los banqueros, los políticos y los militares. Toneladas de chatarra, cuerpos calcinados, olor a sangre seca, moscas y gusanos era la visión más magnífica del paraíso jamás soñado.
En una pared escribieron aquí murieron los guardianes del cemento.
Escrito el 20 de diciembre de 2008... Casi cuatro años después la profecía se cumple punto por punto.
Sólo me queda desearos suerte

domingo, 7 de octubre de 2012

VENEZUELA PREMONICIÓN POLÍTICA DE ESPAÑA



VENEZUELA PREMONICIÓN POLÍTICA DE ESPAÑA

Cuanto recuerda esta España a la Venezuela de Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera y todos aquellos que alternaron el poder con el bipartidismo de Acción Democrática (AD) y el Partido Social Cristiano COPEI que sucedieron al derrocado dictador Marcos Pérez Jiménez.
A partir del 23 de enero de 1958 se alternaron en el poder ambos partidos convirtiendo la política venezolana en un carnaval de corrupción y dislates económicos y políticos que han desembocado en el populismo “militar” capitaneado por Hugo Chávez.
Con rentas ridículas, irrisorias, el venezolano tenía impreso en su adn que era rico, el más rico de Latinoamérica y miraba por encima del hombro a colombianos, ecuatorianos, brasileños y demás vecinos mientras vivía en un ranchito (favela) en las colinas que rodeaban la capital y otras importantes ciudades del país.
Esta sistemática alienación de la infancia y la juventud acabó con los necesarios resortes que el trabajo y la dedicación hacen que el ser humano como persona intente evolucionar y que se consigan logros como país. Venezuela depende para su funcionamiento ordinario de las importaciones y cuando éstas son suspendidas o reducidas por cualquier causa el país entra en crisis, no hay cartón para envasar la leche, no hay repuestos para los vehículos, no hay medicinas, no hay, no hay, no hay.
En las décadas que siguieron a la dictadura, los dos partidos mayoritarios manejaron a su antojo y beneficio las riquezas inmensas del país, contribuyeron a generar bolsas de pobreza como graneros de votos y convirtieron a los ciudadanos en “hinchas” de los colores de ambos, aderezados en un carnaval de pseudodemocracia.
Políticos corruptos, abusos, nacionalizaciones ruinosas, concesiones seculares, escuelas de himno nacional y banderita, uniformes con rémoras militares en los colegios públicos BLA, BLA, BLA
Todos estos detalles y el paso de los años, como sucede en el proceso de añejamiento del ron, fueron desanimando a una población cada vez más descreída, incrementaron hasta el infinito los atracos, asaltos, robos y otras modalidades de sustento convirtiendo a Caracas en la capital más peligrosa de Latinoamérica aunque se asigne el mérito a otras, o en el primer origen, del mercado de la cocaina hacia Europa aunque Colombia siga teniendo una fama que no se corresponde a la realidad. Hicieron desaparecer a la clase media y aborregaron a un pueblo que acudía a las urnas a decidir entre la opción mala y la peor, bajo a amenaza de sanción porque en Venezuela el voto, no sólo es un derecho sino que además es una obligación y la Ley contempla las sanciones por no ejercerlo.
La impunidad llegó hasta tales cotas que se compraban máquinas quitanieves en regiones con temperaturas de 40 ºC, o autobuses con ventanucos pensados para el transporte urbano de Lóndres en los que se asaban los caraqueños todos los días, o coches oficiales con asientos calefactados BLA, BLA, BLA.
Tampoco crean que la diferencia es tanta, aquí tenemos aeropuertos peatonales, trenes sin vías, vías y trenes sin viajeros, concesiones poco claras, financiaciones irregulares de partidos políticos, eres y gurteles, malayas y campeones, pokemones y lo que vendrá para deleite de los que nos vean desde fuera.
También nos dijeron que éramos ricos porque era necesario reunificar a las dos “alemanias” y dar salida a los excedentes de capital producidos por unos tipos artificialmente bajos que ellos mismos propiciaron como capataces de Europa.
También inocularon en la población la necesidad de cambiar de coche, comprar la casita en la playa, viajar a Nueva York de vacaciones para comprar por lo barato que resultaba con un cambio euro/dólar tan favorable. Ya no había que ir a Chipiona, Punta Cana se llenaba de obreros de la construcción animados por el crédito al consumo que le había ofrecido el director de su sucursal para sumar a la hipoteca abierta que incluía la moto del niño y el nuevo coche.
Entre tanto, nuestros gobernantes, nuestros particulares AD y COPEI, continuaron con el lavado de cerebro (cheques bebé, Champions League, ayudas al tercer mundo, inmersiones lingüísticas, embajadas autonómicas, ciudades de las artes, las ciencias, las culturas, premios de automovilismo, copas de vela, una universidad en cada esquina, un polideportivo por barrio, una piscina climatizada sin bañistas, BLA, BLA,), ignoraron las advertencias de los expertos y siguieron alimentando el vientre putrefacto de la vaca muerta al sol hasta que estalló y estampó sus vísceras fétidas sobre todos los ciudadanos.
Ahora los llamados socios europeos con la complicidad necesaria de los políticos españoles (nuestro AD y COPEI) se han asociado para decirnos que la culpa es nuestra, de los ciudadanos que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. De los emigrantes que vinieron a trabajar porque los llamamos, como por cierto hizo Venezuela con españoles, portugueses e italianos, buscando desviar la mirada y conseguir la impunidad que hasta ahora siempre han conquistado.
Y que ahora, la única solución es apretarnos el cinturón para pagar los acreedores alemanes, tapar los agujeros que produjeron políticos y acólitos en Cajas de Ahorros, Comunidades Autónomas, Organismos sin control, Fundaciones, Partidos, Sindicatos y otras asociaciones de desconocida utilidad pero todas carísimas, que al parecer no han contribuido a la ruina. La ruina la han producido los obreros de la construcción que se compraron el chalet, animados por la constructora para la que trabajaban y el director del banco. Ya tenemos chivo expiatorio ¡qué tranquilidad!
El siguiente capítulo ya lo conocemos, hartazgo, descreimiento y populismo, no vendría mal dejar de mirar el dedo cuando nos están enseñando la luna.
Venezuela reclama el territorio de la Guayana y nosotros el Peñón de Gibraltar…

ÚLTIMA HORA
PD. Hugo Chávez vencedor en las elecciones venezolanas.
A lo mejor habría que hacer más plural el parlamento español, modificar la Ley Electoral y evitar las tentaciones que hagan desaparecer, definitivamente la democracia, junto con el bipartidismo.