GANA LA BANCA
Apreciado Antonio, al fin me
decido a escribir para hacerte unas preguntas que llevan tiempo rondándome la
cabeza, ya sé que ahora es un poco tarde.
Has sido el Director de la
sucursal de mi banco tantos años, que te consideré como parte de la familia y
creía conocerte lo suficiente pero el tiempo me ha quitado la razón.
Mi decepción comenzó cuando
tu banco desahució a mi hija por no poder pagarte el crédito de la tienda de
chuches que había avalado con su pequeño piso y tuvieron que venirse a vivir
conmigo, después de tantos años.
Las explicaciones que me
diste entonces me hicieron pensar que no pudiste hacer nada, que las normas en
tu banco eran muy rígidas, en fin… Pero no atisbé que el problema había
comenzado antes y lo habías propiciado tú, amarrando garantías astronómicas
para cubrir unos riesgos que no las merecían, apoderándote del piso de mi hija
a precio de ganga, que tu entidad lo pusiera a pérdidas, que ahora reciba
dinero de todos los españoles y los vuelvan a vender ganando en cada operación.
Lo teníais bien planeado.
Pasado el tiempo, se fueron
acumulando otras desgracias alrededor, que afectaban de lleno a los vecinos del
barrio y escuchaba en el bar que la gente te criticaba y yo, hasta entonces,
aun te defendía a pesar de los problemas que habíamos tenido y seguimos
teniendo.
Pero Antonio, cuando
descubrí que habías depositado mi dinero en unas inversiones que me impedían
retirarlo y escuché tus explicaciones incoherentes, tus reproches hacía mi con
frases como “tú sabías lo que comprabas”, eso me dolió mucho, me hizo sentir
como un imbécil, me hizo ver, realmente, el tipo de persona que eras y toda la
ponzoña que se escondía detrás de tu amplia sonrisa, tu mano firme al
estrecharla y tus gestos de proximidad.
Antonio, ya lo sabes, la
desesperación ha llevado al pobre Enrique ha quitarse la vida por no poder
pagar la hipoteca, Manuela, sus hijos y sus padres están viviendo en una
furgoneta. Aquella vieja que tenía Basilio el frutero en el descampado y que
abandonó cuando tuvo que cerrar por la crisis. Al hijo mayor de Manuel lo
pillaron robando y está en la cárcel y mira que era bueno ese muchacho… tú lo
has visto, tú has sido testigo del reguero de dolor que ha inundado el barrio.
Procurabas que no te salpicase mucho y cambiaste el tono amable por el gesto
adusto del militar del campo de concentración alemán, firmando las sentencias
de muerte, en la mayoría de los casos económica, de los que habían sido tus
vecinos y se creían tus amigos.
Nos engañaste a todos
Antonio, lo hiciste para cobrar un poco más al final del año. No te importó
cómo ni a quién y te falto dignidad, te faltó hombría para negarte a seguir por
la senda de la destrucción. No tuviste agallas para enfrentarte a los de arriba
y empujaste fuera de la oficina a ancianos que te increpaban mientras lloraban
sorbiendo sus miserias.
Pero no resististe la
presión de “los tuyos” cuando ya no te necesitaban y te apretaron hasta la
asfixia.
Hoy he leído tu esquela y un
escalofrío me sacudió. Supongo que tenías motivos para quitarte del medio,
quizás más que yo para no ir a tu funeral.
Me han dicho que la iglesia
estaba desierta y eso tampoco me ha sorprendido.
Intenta descansar Antonio
aquí seguiremos bregando hasta que podamos.
P.D. Ahora hay un banco que llaman malo. No sé si tú ya lo sabías.
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