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viernes, 2 de noviembre de 2012

NO ME PUEDO DISUADIR



Ya no me queda nada para disuadirme


A lo largo de la historia, los gobernantes han ido “disuadiendo” a su modo y beneficio a sus administrados hayan sido súbditos, esclavos o en la fórmula moderna ciudadanos.
Como modesto ciudadano paga excesos (los ajenos entiéndase para los demás me disuado por pura necesidad) me voy encontrando disuadido de aquello que consideraba básico.
Me disuaden de la costumbre malsana de acudir al centro hospitalario más cercano a mi domicilio argumentando que tiene poca ocupación y que por tanto debo trasladarme “disuadido del todo” a uno más lejano, a horas intempestivas, sin transporte público y seguramente en taxi porque ya me han disuadido de utilizar el transporte sanitario cobrándome parte del traslado si no estoy realmente “casi muerto”.
Me disuadieron hace meses de tomar los medicamentos que mi estado de salud requiere porque según me han dicho, hay algunas personas que hacen un mal uso de los medicamentos y elevan el gasto sanitario, y ahora me disuaden una vuelta de tuerca más pagando un euro por receta pero no pretenden recaudar tan solo disuadirme.
Me disuaden del dolor y los síntomas de enfermedades importantes porque las listas de espera se alargan como chicles, quedándome tan solo la meditación o la autosugestión que me permita una disuasión completa hasta que me llamen para la operación o la prueba diagnóstica.
Me disuadieron de que mis hijos coman en el colegio y disuadido me quedé cuando también lo hicieron poniéndole un precio desorbitado (para disuadirme) a la custodia, mantenimiento y calentado – en su caso -  de la fiambrera (me resisto a llamarla Tupper) que he tenido que preparar la víspera para que el niño/a se pueda alimentar en condiciones.
En las condiciones que la economía me permite con las continuas subidas de los impuestos (en este caso con afán recaudatorio indisimulado) que me ha hecho volver al puesto de casquería del mercado para comprobar cómo me disuaden de envenenarme con el malo colesterol de la vitrina con los precios que ha alcanzado el marisco de pocilga.
Quedo disuadido del todo de mover el coche del garaje por el precio que alcanza la gasolina, aderezado con impuestos autonómicos que obligan a planificar con precisión relojera los repostajes en las gasolineras sin céntimo sanitario.
Intento disuadirme a mi mismo de que las vacaciones son un lujo de vagos, la visita al callista una excentricidad y lo del dentista es para niños pijos y artistas de cine, los ciudadanos podemos ir desdentados y disuadidos. En todo caso tengo pocos motivos para reírme con lo que la estética dental deja de ser un problema si uno está bien disuadido.
Estoy tan disuadido que terminaré sin saber cómo era mi vida antes de las desaceleraciones económicas, las primas, el riesgo… y las promesas incumplidas. Recomiendo a quien posea fotografías, vídeos o cualquier soporte lo guarde como un tesoro, podrá hacer pases a los que hemos perdido la memoria para recordar lo que era una sardina al espeto, una operación de cataratas o un plato de langostinos, un comienzo del cole con olor a imprenta y a gomas de colores, una navidad con pularda y nécoras, un cumpleaños con tartas y regalos, unos reyes magos con paquetes de colores.
Quedo muy disuadido y espero que Vds., también.


P.D. Propongo una campaña para disuadir a los señores gobernantes de todos sus excesos y golferías.

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